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Hay muchos hombres que envejecen mal,
pues arrastran consigo la psicología de una edad pasada. Si a los cincuenta hay
que enterrarse un poco, más todavía hay que hacerlo a los sesenta. Es como si
se hiciera, a título personal, un nuevo pacto con Dios. Lo que se impone de
forma absoluta es estar contentos de nuestra condición.
Toda edad tiene sus
ventajas; desde cierto punto de vista, los ancianos son de envidiar; su estado
simplifica muchas cosas; les basta vivir en Dios hasta el fin; pueden estar
seguros de que Dios no les pide más. Tradicionalmente, la vejez es una
bendición.
A menudo, en la
oración, la gracia viene a partir del momento en que uno se resigna gozosamente
a la sequedad. Si algo le hace daño, dé gracias a Dios, es el mejor medio de
salir de ello.
TOMADO DE:
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