Un amigo mío portugués llamado Paulo, al hilo de una anterior entrada en este muro ("Virtudes en negativo"), me ha animado a "republicar" este antiguo post que escribí hace tiempo.
Esta reflexión forma parte de mi próximo libro "Buda sin túnica, Cristo sin cruz", que saldrá a la venta próximamente.
Los beneficios económicos de este libro serán donados a partes iguales a: "Casa del Tíbet" de Barcelona (a través de la Asociación "Galicia-Tíbet") y "Misión Anglicana Solidaridad" (red de asistencia social de la Iglesia Anglicana de España).
En ellos confío (porque los conozco en profundidad) y considero que son entidades de respetado bagaje social.
Todos podemos dar pequeños pasos para hacer realidad grandes proyectos humanos. Pensad en los vuestros. Todo es posible.
El idioma tibetano tiene una palabra para "envidia" (phrag-dog), mientras que la mayoría de los idiomas occidentales tienen dos o más.
Los textos budistas del abhidharma clasifican a los “celos-envidia” (phrag-dog) como un veneno hostil. Lo definen como "una emoción perturbada que se enfoca en las dotes de las demás personas (tales como buenas cualidades, posesiones, o éxito) y es la imposibilidad de tolerar dichas dotes, debido al excesivo apego a nuestros propios logros o al respeto que recibimos" (sic). Ya no es tanto el impulso irrefrenable de desear lo que el otro tiene, sino la ira que siente el envidioso (celoso) por los triunfos o pertenencias ajenas, independientemente de su valor material o humano.
El remedio que ofrece el budismo a los que sufren de celos, envidia y arrogancia es trabajar la falacia del "yo" y del "tú".
Necesitamos darnos cuenta de que todos somos iguales y no tenemos "inherencia" propia. El éxito ajeno es "nuestro" éxito también, pues todos somos "interdependientes". El dolor ajeno es mi dolor.
La competencia inhumana a la que estamos sometidos desde niños es la generadora de las envidias. El apego es el veneno mental que da consistencia a los "celos-envidia". Debemos salir de la falsa percepción de un "yo" con existencia propia, de la dicotomía pronominal que divide y nos sume en la oscuridad emocional.
"Si vemos muy dentro de nosotros observaremos la ilusoria naturaleza del yo y los demás, de modo que la envidia se convertirá en ecuanimidad", dice muy acertadamente Vessantara en su obra "Mandala of the Five Buddhas" (Windhorse Publications), en la traducción y edición de Oscar Franco.
El budismo nos enseña a trabajar sobre estas emociones a través de meditaciones específicas y sinceras, como las meditación "Metta".
Cuando sientas celos o envidia puedes sentarte y reflexionar sobre estas preguntas:
¿A quien envidio? ¿Por qué? ¿Si yo fuera él y él fuera yo... que sentiría (esta pregunta es casi un "koan" zen)? ¿Por qué no me alegro del triunfo del otro? ¿Que temo?
¿Podría permitir que los demás observaran mis pensamientos día y noche? ¿Podría permitir que los demás observaran todo lo que hago? ¿Hay algo que hago a escondidas y me avergüenzo? ¿Que puedo hacer para ser feliz y hacer feliz a los demás?
Realizar este acto sincero de introspección es un gran paso para "curarnos de la envidia". Pero hagámoslo como "observadores psicoanalistas" del "otro", con atención flotante y analítica, sin juzgar.
TOMADO DE:
https://www.facebook.com/javierakerman?fref=nf
Copyright © - Se otorga permiso para copiar y redistribuir este artículo con la condición de que el contenido se mantenga completo, se dé crédito al autor(es), y se distribuya gratuitamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario