jueves, 5 de febrero de 2015

Una Antropóloga En la Luna





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En el comienzo primero del mundo, el cielo estaba tan bajo, pero tan bajo, que los hombres, de pie sobre la tierra, lo llegaban a tocar con los dedos. El cielo estaba tan próximo, pero tan próximo, que protegía a los hombres y a las bestias del viento frío y del calor abrasador del sol.
En aquellos tiempos, el cielo era el abrigo y refugio de los habitantes de la tierra.

Un día, dos mujeres se levantaron y, entusiasmadas, comenzaron a moler el mijo en el patio de su casa. Los pilones danzaban dentro del mortero e imponían ritmo a sus movimientos. Cada vez que los pilones chocaban con el mortero, rebotaban, golpeando así la bóveda celeste. Con cada golpe, le abrían un agujero. ¡Tantos golpes! ¡Tantos agujeros! El cielo terminó totalmente agujereado.
Cansado de semejante tratamiento, se puso a gritar:
-¡Hey! ¡Ho! ¡Parad de golpearme de esa manera! ¡Estoy lleno de agujeros! ¡Yo soy quien los protege del viento frío y del calor abrasador del sol!, ¿acaso no lo saben?
Las mujeres, empero, concentradas en su canto y su trabajo, no se detuvieron y continuaron moliendo alegremente.
El cielo estaba constelado de agujeros. El dolor le era insoportable y comenzó a alejarse. Se alejó dulcemente, lentamente, se alejó tanto que llegó hasta el lugar donde ahora descansa.
He aquí por qué, en lengua somalí, al cielo se le llama daldaloulow, que significa la cosa perforada.
En lo más alto del mundo, bien por encima del cielo, vive una joven. Bella como la luz, es la hija de las nubes. Todos los días va a buscar agua en un balde, y todos los días, en el camino de regreso, el balde lleno hasta los bordes se balancea junto a sus piernas. El agua se derrama entonces, colándose por los agujeros del cielo. Cuando el agua atraviesa el cielo por todos los agujeros, riega la tierra. La joven hija de las nubes grita:
¡Daldaloulow!
¡Retén el agua tú!
El cielo le responde:
Cómo ponerle al agua broche,
si no estoy a la altura tuya.
Los hombres ruegan día y noche
porque obtienen de mí la lluvia.
Y es así como la lluvia no cesa de caer.
En la noche, la hija de las nubes se alumbra con velas. La luz se filtra a través de los agujeros y vemos al cielo constelarse de miles de pequeñas lucecillas. Estas son las estrellas.
Sin las dos mujeres de la Tierra y sin la hija de las nubes, no habría lluvia y, sin el agua y la lluvia, no habría vida en el mundo. He aquí por qué se dice en Somalia: Las mujeres son las fuentes de la vida.
LA COSA PERFORADA (Cuento desde Somalia)
"Cuentos curiosos de los cuatro rincones del mundo"
Foto: Eric Lafforgue, Hargeisa girls smiles - Somaliland.


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